Un día me levanté y me miré al espejo. Aún somnoliento y tras una ducha de agua tibia, apoyé mis manos en el lavabo y el espejo respondió
¿Y si dejaras de intentar ser tu mismo?
En ese momento la sorpresa invadió mi rostro, mi corazón se alteró inicialmente pero comprendió el mensaje. Llevaba días preguntándome acerca de lo que precisaba, de la necesidad de expresarme y salir de la confusión del momento, ese momento en el que nos cuestionamos nuestra propia historia.
Decidido no dudé en contestarle: Si dejase de intentarlo simplemente sería yo.
Aquella respuesta me dejó satisfecho pues salió del alma, pero el espejo me replicó:
¿Como sabrías que has dejado de intentarlo?
De repente en el espejo pude ver mi respuesta reflejada en una imagen de mi mismo a los 3 años de edad, una de las imágenes que no me robó el olvido y que acababa de recuperar con compasión al que ahora escribe.
¿Cómo eras y que hacías entonces? Me preguntó el espejo
Lo que hacen los niños, vivir la vida sin miedo, sin apego a las necesidades, confiando en que todo está bien más allá de las circunstancias y sobre todo disfrutando cada momento como si fuera mágico y con la certeza de una sonrisa interior enorme. Era simplemente como cualquier niño de esa edad, eso es todo.
¿Qué te separa de ello?
Yo mismo y mis miedos, contesté. Esos miedos que nos son entregados por nuestro entorno y que derivan en otros problemas que van enmarañándonos y que me acaban por convertirnos en una marioneta más orientada a preocuparse por sobrevivir, que vivir una vida plena.
¿Y ahora que te has dado cuenta que vas a hacer?
Voy a ser yo mismo y para comenzar voy a abrazar al miedo y lo voy a ver de frente como si fuera un aliado. Seré compasivo con él y eso me permitirá ser su amigo.
Cuando lo note cerca, le daré la mano y sentiré que será mi guía para hacer lo que en ese momento dicte mi intuición y mi alma.
¿Y no será una ilusión o una paranoia?
Posiblemente, ¿pero no lo es ya todo lo que mi mente crea y acaba transformarme en algo que tampoco soy? Contesté al espejo mirándome fijamente.
Ciertamente, por eso estamos aquí tu y yo, yo y tu ¿Necesitas comprender más?
En ese momento comprendí la treta del autoengaño y respondí: Lo único que necesito y quiero es vivir y disfrutar de las sensaciones de esa experiencia, quizás haya momentos para la reflexión pero no me cabe ninguna duda de que esa es la mejor manera de ser yo.
El espejo dejo de preguntarme y quedo satisfecho devolviéndome un guiño, que yo mismo interpreté como una despedida